jueves, 6 de abril de 2023

 DIEGO MESA PUYO

PUBLICADO
Geoingeniería solar
La principales políticas públicas e iniciativas privadas para combatir el calentamiento global se han centrado en dos grandes ejes: la mitigación y la adaptación climática. Mientras la mitigación busca reducir las emisiones de gases efecto invernadero en las actividades económicas intensivas en el uso de combustibles fósiles, como la generación de energía eléctrica, el transporte y los procesos industriales, la adaptación busca promover cambios en los comportamientos y los sistemas ecológicos y socioeconómicos para tener una mayor resiliencia frente a los efectos del cambio climático. Sin embargo, hay otras alternativas tecnológicas que, en caso de ser desarrolladas de manera exitosa, podrían ser un gran complemento a la descarbonización de los sistemas productivos y a los procesos de adaptación climática.

Una de esas alternativas que ha sido objeto de investigación por varias décadas es la geoingeniería o la gestión de la radiación solar. En su forma más simple, esta tecnología consiste en reflejar parte de la radiación solar que recibe la Tierra devuelta al espacio, reduciendo así la temperatura del planeta. En otras palabras, la geoingeniería actúa a la inversa del calentamiento global, interviniendo directamente el equilibrio energético del planeta. Entre las diferentes opciones que se han investigado, una de las más prometedoras desde el punto de vista tecnológico y económico es inyectar o esparcir desde aviones o globos especiales aerosoles o pequeñas partículas de sulfato o carbonato de calcio en la estratosfera (a unos 20 kilómetros de la superficie terrestre), las cuales actuarían como una especie de capa reflectora que dispersaría una pequeña parte de la radiación solar de vuelta al espacio. Como muchos desarrollos tecnológicos revolucionarios, la geoingeniería busca replicar un fenómeno natural, en este caso grandes erupciones volcánicas, las cuales esparcen cantidades importantes de aerosoles a la parte alta de la atmósfera, produciendo un enfriamiento significativo pero transitorio de la Tierra.

En Estados Unidos ya hay varios desarrollos experimentales de geoingeniería, entre los cuales sobresale el programa de investigación de geoingeniería solar de la Universidad de Harvard. En cuanto a los costos, una publicación de la Royal Academy del Reino Unido de 2019 estimó que la inyección de aerosoles estratosféricos puede significar entre 2 y 10 billones de dólares anuales durante un periodo de 15 años para reducir a la mitad la tasa de crecimiento del calentamiento global. Una inversión de esta magnitud parece ser eficiente frente a los trillones de dólares anuales que se requieren para alcanzar la carbono neutralidad a 2050.

Aunque los beneficios de la geoingeniería como complemento a las políticas y acciones de mitigación climática son evidentes, existen riesgos importantes en su implementación, incluyendo posibles afectaciones a otras variables atmosféricas como la frecuencia y la intensidad de las lluvias. Igualmente, el sistema de gobernanza para una intervención planetaria de esta naturaleza debería ser ampliamente discutido por todos los países para evitar un posible riesgo moral que termine desvirtuando la urgencia de reducir las emisiones globales o que se tomen decisiones unilaterales que puedan afectar en mayor medida a los países pobres o de mayor vulnerabilidad a los efectos del cambio climático.



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