jueves, 6 de abril de 2023

 La Europa del neofeudalismo pinta feo

19 febrero, 2023
Opinión
José María Arenzana

Es obvio que a estas alturas no puede haber un sólo cargo o militante socialista que no sea consciente de las mentiras monstruosas que vierte Pedro Sánchez cada vez que habla. No ya en el pasado, sino que lo sigue haciendo con una contumacia feroz y un desparpajo como fuera de la realidad. Sólo un sectarismo ilimitado le confiere esa justificación de conveniencia a algunos votantes despistados, pero poco más.

Nos quedan además otros seis meses con el vociferante megáfono de la presidencia europea en la mano para embadurnarnos de embustes y ponernos a todos como los trapos mientras la socialglobalocracia extiende su mercadillo de miserias climáticas, migratorias, feminoides y bélicas por todo el continente hasta proclamar el “Ya te lo dije, que no tendrás y serás feliz (o no, ya veremos)”.

La estafa a la que está sometiendo a los europeos esta nueva izquierda de millonarios feudales deja en paños menores aquellos tiempos donde un puñado de familias, como los Sforza, Medici, Borgia, Borghese, Farnese, Contarini o Pamphili se alternaban en el poder de sus señoríos y pasteleaban lo mismo con reyes que con el Vaticano o con el Palacio de Topkapi para distribuirse los períodos del Papado o las inmensas regalías del comercio en cada territorio.

Hoy esos apellidos incluyen en sus listas las siglas de ciertos partidos, algunos de los cuales desaparecieron del planeta en los últimos cuarenta años por causa de una corrupción estremecedora que les enlazaba con la mafia, con el latrocinio, con los crímenes de lesa humanidad en África y con los asesinatos, especialmente los partidos apellidados “socialista”, entre ellos el PSI de Bettino Craxi, el PSF de Miterrand, el PASOK de Papandreu y muchos más. Los apellidados “comunista” se adelantaron mucho en ese mismo programa.

El relevo lo han tomado gentuza como Bill Gates, Klaus Schwab o George Soros, por citar sólo tres nombres con cara de nazis, quienes actúan como si fueran condottieri o cardenales electos en alguna asamblea secreta y son recibidos o agasajan en los palacios símbolos del poder a funcionarios del Estado y a embajadores de democracias hasta hace poco respetables que han pasteleado los cerrojos de sus ganancias personales o de grupo y, simplemente, han colocado en la cúspide del Imperio a un cuasi nonagenario llamado Pepito Biden con todos los síntomas de un Alzheimer galopante, incapaz apenas de leer la etiqueta del champú mientras se sienta en el váter cada mañana.

A cualquiera de esos millonarios ganapanes les escuchamos decir cosas como “necesitamos más vacunas para…” o “debemos incrementar el gasto militar en Ucrania…”, sin que nadie les pregunte por qué motivo hablan en primera persona del plural (no mayestático), como si representaran a alguien o si les hubiesen conferido una licencia para matar como la de un 007, ni nadie les requiera para pronunciarse en razón de qué sentencian lo que las naciones han de proyectar y hacer, lo mismo en lo que se refiere a los impuestos que sobre el uso de las tecnologías; sobre la religión, sobre los valores morales o sobre la vida íntima de las personas.

La nueva casta de este Santo Oficio tiene trazas imperiales y extorsiona a su plebe con normas cada vez más delirantes, como la de prohibir los automóviles en 2035 para que no te alejes del feudalato o la de imponer campos de concentración a modo de castros o castillos cuyo tamaño no se medirá por el número de almenas sino por los “15 minutos” de radio como límite temporal máximo que te permitirán alejarte de la fortaleza. Y a su vez te excomulgan del mundo de las ayudas y las subvenciones y te propinan una estrella amarilla en la que se lee que eres un fascista por no dejarte guiar por su excéntrica agenda anti libertades que ha sustituido la fe en las catedrales por una pleitesía reverencial a la calidad del aire, supuestamente amenazada no por los pedos de los volcanes o por los ciclos del sol, sino por los de las vacas que comen pasto verde y por tu puñetera manía de sobrepasar saludablemente los 80 años gracias a los hallazgos y los esfuerzos del propio ser humano.

No es sólo Sánchez, como puede intuirse fácilmente, porque Sánchez es apenas un quidam o un don Nadie a las órdenes de lo que le manden, aunque a veces no sabe ni lo que dice, sino que, al igual que su mujer, sólo rellena de palabrería hueca y de ocurrencias provocadoras o descacharrantes los momentos de silencio en los que no hay o no tiene nada que decir.

Mientras tanto, en la sociedad española, pero también en otras muchas partes de Europa, la gente va formando un magma de acosados por los impuestos que puede explotar en una revolución de sans-culotte a los que han dejado sin pensiones o les han limitado su fuerza de trabajo a una paguita del Estado para favorecer la importación de un relevo poblacional de costumbres indelicadas o directamente estrafalarias que no aceptarán jamás el soborno y la extorsión de un feminismo inventado o del aborto y la eutanasia impenitentes.

Pinta feo. Muy feo.

He dicho.


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