sábado, 18 de marzo de 2023

 Interrogantes sobre las vacunas Covid

17 FEBRERO, 2021
PUBLICADO EN EXPANSIÓN

“La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no”. La sabiduría de Epicteto no cala en la autosuficiencia del hombre contemporáneo, ni en el Estado leviatán y su farsa protectora, ni en los políticos, centrados en la apariencia. El pánico y la precipitación, responsables de la mayor parte de las medidas que siguen arruinando la vida de millones de personas sin beneficio digno de mención (¿de qué han servido?), nunca fueron buenos consejeros. ¿Se enmarca la vacunación en estampida en esta dinámica?

Las vacunas son un gran descubrimiento científico y algunas han resultado enormemente beneficiosas para la Humanidad. Otras, no tanto, pero todas deben reunir los requisitos de seguridad, eficacia y necesidad.

En las vacunas covid el requisito de seguridad se ha podido ver comprometido por las prisas: nunca había tenido éxito una vacuna contra coronavirus y, de repente, bajo enorme presión política (como la que ejerció la Comisión Europea sobre la Agencia Europea del Medicamento[1]), ¡abracadabra! Y ya tenemos varias vacunas aprobadas casi al mismo tiempo, dos de ellas utilizando la técnica ARNm por primera vez. Frente a los 7 a 10 años típicamente necesarios para el perfeccionamiento de una vacuna, se ha invertido en éstas menos de un año y los ensayos clínicos sólo han contemplado los efectos secundarios a pocos meses, por lo que los efectos a medio y largo plazo son desconocidos y los vacunados harán de conejillos de indias. Incluso los efectos a corto plazo deben ser tomados con cierta cautela, pues las empresas farmacéuticas preseleccionan cuidadosamente a quienes participan en los ensayos para aumentar su probabilidad de éxito. El Reino Unido ha registrado ya 236 muertes ocurridas tras vacunarse (25 por millón de vacunados con una dosis o 472 por millón de vacunados con dos dosis), aunque las autoridades afirman que “nada sugiere” una relación de causalidad (que siempre será difícil de establecer, más aún con tantos intereses creados). También se han producido, entre otros, 800 casos de disnea y 160 reacciones anafilácticas (casos estadísticamente raros pero inesperados, pues no aparecían en los resultados clínicos), así como 114 casos de parálisis facial temporal[2]. Más en general, la FDA ha prevenido que no se tienen datos suficientes sobre la seguridad en niños, adolescentes, mujeres embarazadas y personas inmunodeprimidas[3]. Todo ello quizá explique por qué las empresas farmacéuticas han firmado cláusulas de indemnidad por las que se eximen de toda responsabilidad (“no podemos arriesgarnos si en cuatro años la vacuna presenta efectos secundarios[4]”), o por qué cerca del 30% de los sanitarios de los EEUU prefiere esperar antes de ponerse la vacuna.[5]

En cuanto a la eficacia, los ensayos no fueron diseñados para medir la reducción de hospitalizaciones o muertes sino de sintomáticos. Por ejemplo, la eficacia “relativa” del 95% de Pfizer significa que de la mitad de participantes en el ensayo que recibieron el placebo, 162 presentaron síntomas y PCR positiva frente a sólo 8 entre los vacunados (un 95% menos). Estos datos están siendo objeto de escrutinio desde el British Medical Journal, una de las publicaciones médicas más prestigiosas del mundo, al encontrarse datos en el informe del regulador, no mostrados en la publicación de resultados clínicos, que plantean interrogantes[6]. Existen 3.410 casos “sospechosos de covid” por sintomatología pero no confirmados por PCR que no fueron contabilizados. Casi la mitad pertenecía al grupo de vacunados, luego un número suficiente de falsos negativos (más probables en una muestra poblacional sintomática) podría haber reducido la eficacia por debajo del umbral exigido para la aprobación de la vacuna. Adicionalmente, 371 personas fueron excluidas por “desviaciones importantes del protocolo” con una proporción sorprendentemente asimétrica (311 vacunados y 60 de placebo). Recuerden que la cifra de 95% de eficacia se reduce a un cociente entre 8 y 162 personas, con lo que cualquier pequeña variación cuenta. El BMJ pide transparencia para resolver estas incógnitas, que quizá sean sospechas infundadas, pero Pfizer y Moderna tardarán dos años en facilitar los datos. Probablemente la eficacia real acabe siendo inferior a la publicitada, especialmente en los mayores.

En cuanto al requisito de necesidad, los únicos que realmente necesitarían esta vacuna, tras un análisis riesgo-beneficio de sus circunstancias particulares, son quienes pertenecen a la población de riesgo, como ocurre con la gripe. Dado que lo importante no es reducir el número de contagios sino el de muertes, resulta muy cuestionable vacunar a aquellos para los que el covid es una enfermedad estadísticamente leve (niños, jóvenes y adultos sanos hasta cierta edad), quienes quizá sufran efectos secundarios a corto plazo similares a si pasaran la propia enfermedad y efectos a largo desconocidos. Aunque varía por países, según el epidemiólogo de Stanford John Ioannidis la letalidad media del covid (IFR) para personas sanas menores de 70 años podría ser del 0,05% (sobrevive el 99,95%[7]), siendo cercana a cero para menores de 50 incluso en cálculos más pesimistas[8] y “extraordinariamente infrecuente” en menores de 65 sin patologías concomitantes[9]. Finalmente, quienes pasaron el covid ya están vacunados con una inmunización natural de mayor calidad y duración y no necesitan inyectarse nada (ni probablemente deban hacerlo, pues se exponen innecesariamente a efectos segundarios “significativamente mayores”[10]).

Resulta escandalosa la cerrazón que ha llevado a cuestionar primero y ningunear después la inmunización natural, una verdadera “supresión de la ciencia” que ha menospreciado la lógica, la evidencia disponible y la maravilla de nuestro complejo y eficaz sistema inmunitario. El motivo más prosaico de esta ceguera quizá sea el sempiterno factor económico, frecuente desvirtuador de la razón médica. Se estima que las empresas farmacéuticas ingresarán 55.000 millones de dólares por vacunas contra el covid sólo en 2021 y 2022[11]. Pfizer-BioNTech ingresará unos 14.000 millones de dólares, mientras que para Moderna la vacuna era el “ser o no ser” del soliloquio de Hamlet: de unos ingresos de sólo 60 millones y unas pérdidas de 500 millones en 2019 pasará a unos ingresos de 11.000 millones y unos beneficios de 6.000 millones de dólares en el 2021. Para más inri, el desarrollo de las vacunas ha sido en gran medida financiado por los gobiernos (con EEUU invirtiendo cerca de 12.000 millones) y por pagos por adelantado en contratos que, en el caso de la UE, la Comisión Europea mantiene en secreto en un ejercicio de opacidad propio de regímenes totalitarios. Paralelamente, los medios de comunicación han realizado una impagable campaña de publicidad a las empresas farmacéuticas con su alucinante estrategia de aterrorizar a la población mediante el bombardeo diario de historias de terror como las reinfecciones (31 en todo el mundo[12]).

Este contubernio político-mediático-farmacéutico, que vive del miedo, está bien engranado. El sensacionalismo vende, los políticos gozan imponiendo su tiranía y un sector poseedor de un mediocre historial ético (con honradísimas excepciones) y que descubrió hace décadas que podía ganar más dinero medicando a los sanos – mucho más numerosos – que a los enfermos, se lucra. Quizá esto explique que se haya relegado la investigación de tratamientos de enfermos graves, una pequeñísima fracción de la población.

Ítem más: Vacunarse debe ser una decisión libre e informada en la que cada individuo pondere sus circunstancias personales y decida en consecuencia. Sin embargo, algunas autoridades mundiales han lanzado vagos globos sonda sobre una potencial obligatoriedad de la vacuna que, ante las incertidumbres existentes, implicaría un masivo experimento médico en humanos. ¿Tienen políticos y burócratas, cooperadores de vastos intereses económicos, potestad para inyectarnos impunemente lo que deseen? Existen enormes obstáculos legales, políticos y éticos para evitar lo que sentaría un precedente peligrosísimo ante el que toda resistencia civil y legal estaría justificada, pero el simple hecho de sugerir tan escalofriante distopía, tan intolerable ataque a nuestra integridad física y libertad, es una señal clara de las ínfulas del nuevo totalitarismo.

Fernando del Pino Calvo-Sotelo

www.fpcs.es

[1] Ce que disent les documents sur les vaccins anti-Covid-19 volés à l’Agence européenne des médicaments (lemonde.fr)

[2] Coronavirus vaccine – weekly summary of Yellow Card reporting – GOV.UK (www.gov.uk)

[3] Vaccines and Related Biological Products Advisory Committee December 10, 2020 Meeting Briefing Document- FDA

[4] AstraZeneca to be exempt from coronavirus vaccine liability claims in most countries | Reuters

[5] Some Health-Care Workers Are Still Saying No to a Covid-19 Vaccine – WSJ

[6] Peter Doshi: Pfizer and Moderna’s “95% effective” vaccines—we need more details and the raw data – The BMJ

[7] Microsoft Word – BLT.20.265892.docx (who.int)

[8] The coronavirus is most deadly if you are older and male — new data reveal the risks (nature.com) y Serology-informed estimates of SARS-CoV-2 infection fatality risk in Geneva, Switzerland – The Lancet Infectious Diseases

[9] Population-level COVID-19 mortality risk for non-elderly individuals overall and for non-elderly individuals without underlying diseases in pandemic epicenters (nih.gov)

[10] Robust spike antibody responses and increased reactogenicity in seropositive individuals after a single dose of SARS-CoV-2 mRNA vaccine (medrxiv.org)

[11] COVID-19 Vaccine Distribution and Herd Immunity to End Pandemic | Morningstar

[12] What we know about covid-19 reinfection so far | The BMJ 

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